El Señor es el Espíritu

Hoy queremos exponer una pequeña reflexión, y es que no hay versículo que defina mejor la personalidad del Espíritu Santo que este:

«Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.» (2 Corintios 3:17)

Pero del mismo modo que es claro y perfectamente definido: «El Señor es el Espíritu», no deja de estar velado para aquellos que siguen creyendo que el Espíritu Santo es una fuerza impersonal (fuerza activa) o un ser diferente al Padre y a Cristo, y no es de extrañar, porque el versículo anterior advierte que hay un velo -y ciertamente lo hay- tejido por la tradición y las doctrinas humanas:

«Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará.» (2 Corintios 3:16).

Cuando los escribas y fariseos se acercaron a Jesús contendiendo con él acerca de porque los discípulos quebrantaban la tradición (Mateo 15:2), él les dijo:

«¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición?» (Mateo 15:3); «pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres.» (Mateo 15:9)

«Queremos el Espíritu Santo, que es Jesucristo»

Así como los escribas y fariseos tenían un velo, velo entretejido con dos hilos resistentes como la seda (la tradición y el orgullo), que no permitía que reconocieran al Mesías, así hoy esos mismos hilos son los que lleva a muchos a rechazar que Cristo es el Espíritu.

Apóyanos para seguir adelante con este ministerio:

Gálatas 4:6 nos declara que «por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!» (Gálatas 4:6).

Así que pedimos a nuestro Padre que la tradición y el orgullo no empañe (no vele) la revelación de que Dios nos da el Consolador, el único abogado e intercesor que tenemos para con el Padre; «queremos el Espíritu Santo, que es Jesucristo.» (Carta 66, 10 de abril de 1894. Párrafo 18)

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