Llamados a ser santos

«Llamados a ser santos» es el llamado que clama en toda la Biblia, y es en 1 Corintios 1:2 donde Pablo nos exhorta a serlo. Y Juan nos dice que donde hay santidad no hay pecado, y donde no hay pecado mora Dios:

«Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar» (1 Juan 3:9)

«Cuando el yo es crucificado juntamente con Cristo […] entonces nuestros deseos de la carne son vencidos»

Ahora bien, ¿es posible vivir sin pecar? Mi nefasta experiencia, mi ejemplo y mi vida dan testimonio de que no. Sin embargo Dios nos llama a creer en su Palabra de forma incondicional, y confiar plenamente en Él y no en uno mismo. Mi yo peca, mi yo es egoista y ambicioso; mi yo es ávaro e impaciente. En nuestra propia fortaleza, nos es imposible negarnos a los clamores de nuestra naturaleza caída y pecamos una y otra y otra vez, pero cuando el yo es crucificado juntamente con Cristo mediante su poder en nosotros por la influencia de su espíritu y de los santos ángeles que nos circundan, entonces nuestros deseos de la carne son vencidos, subyugados y no pecamos.

Apóyanos para seguir adelante con este ministerio:

Cuando nos miramos a nosotros mismos hemos perdido la batalla, y entonces se «manifiestan las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas». (Gálatas 5:19-21)

Pero cuando nos subyugamos al poder redentor de Cristo, «crucificamos la carne con sus pasiones y deseos» (Gálatas 5:24) y entonces se muestran en nuestra vida los frutos del Espíritu: «amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza». (Gálatas 5:22-23)

Estamos llamados a ser santos.

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