En el s. XVI la Reforma, al presentar a las gentes la Biblia abierta, procuró entrar en todos los países de Europa. Algunas naciones le dieron la bienvenida. En otros países el papado tuvo éxito hasta cierto punto en cerrarle la entrada; y la luz del conocimiento de la Biblia con sus influencias ennoblecedoras, quedó excluida casi por completo. Hubo un país donde, aunque la luz logró penetrar, las tinieblas no la comprendieron. Durante siglos la verdad y el error se disputaron el predominio. Al final triunfó el mal, y la verdad del Cielo fue desechada.
“La condenación está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz” (Juan 3:19).
Francia fue dejada para cosechar los resultados del rumbo que ella había escogido. El freno del Espíritu de Dios le fue quitado al pueblo que había despreciado el don de su gracia. Se permitió al mal que llegase a su madurez y todo el mundo pudo palpar el rechazo voluntario de la luz.
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