Un día tuve una conversación con un hombre de mi antigua iglesia en Barcelona. Anteriormente habíamos entablado una discusión por una red social acerca de si podíamos dejar de pecar o no. Mis argumentos abogaban a favor del sí, que con el poder de Dios un hombre podía dejar de pecar; sin embargo él me decía que no.
No recuerdo bien como terminó esa discusión, pero como todas las discusiones controvertidas en las redes sociales, no terminó en nada, y un sinfin de respuestas no convenció a ninguno de los dos.
Esa misma semana fui con mi mujer a una reunión de viernes (sábado) a nuestra iglesia, y la sorpresa es que fuera de ella, y esperando a que ésta abriera, estaba el hombre con quien había discutido hacía pocas horas por internet. Cuando nos vimos nos dimos la mano, y enseguida volvió a salir el tema, pero no dio tiempo a mucho, la puerta de la iglesia se abrió inmediatamente y él entró. Pero justamente debajo del marco de la puerta de entrada se giró y me dijo: «de acuerdo, podemos dejar de pecar, pero no en pensamiento». Seguidamente él entró y yo me quedé fuera, pensando; aun saber que Dios nos da la victoria sobre cada pecado (1 Corintios 10:13) me quedé pensando en esa respuesta que me dio.
Tres años más tarde escribo este post con el ánimo de dar esa respuesta que no tuve oportunidad de dar.
Al abrir la Biblia esta mañama me topé con Proverbios 16:3, y leí lo siguiente:
«Encomienda a Jehová tus obras, y tus pensamientos serán afirmados«.
Este versículo me trajo a la mente la historia que os acabo de contar y a meditar en él. ¿Qué significa encomendar a Jehová nuestras obras? Vemos que este versículo contiene una promesa: «tus pensamientos serán afirmados«, pero como toda promesa, tiene una condición: hay que encomendar a Jehová nuestras obras. ¿Pero que significa eso?
Cuando una persona reconoce sus deficiencias y necesidades y se vuelve al Señor en busca de conducción y ayuda en cada acto y decisión, reconociendo sus debilidades y sus incapacidades para negarse a sí mismo, para vencer cualquier tentación, para superar cualquier obstáculo, en ese instante está encomendando sus pasos a Jehová; entonces los poderes del Cielo actúan en favor de esa persona y «los pensamientos son afirmados».
El apóstol Pablo nos dice en su segunda carta a los Corintios escribe:
«Llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo». (2 Corintios 10:5)
Cuando el reino de Judá fue llevado CAUTIVO a Babilonia, este imperio TUVO DOMINIO sobre los judíos; por lo tanto, una buena traducción del texto sería «dominando [llevando cautivo] todo pensamiento a la obediencia a Cristo». Y es que cuando nos sometemos y tenemos una completa conformidad con la voluntad de Dios, los pensamientos rebeldes son vencidos.
Cuando hablamos de victoria sobre el pecado, hablamos de una victoria total, una victoria integral donde «el mismo Dios de paz NOS SANTIFICA POR COMPLETO; Y TODO NUESTRO SER, ESPÍRITU, ALMA Y CUERPO, ES GUARDADO IRREPENSIBLE para la venida de nuestro Señor» (1 Tesalonicenses 5:23); y «todo aquel que permanece en él, NO PECA« (1 Juan 3:6). ¿Se extiende esta promesa a la mente? Por supuesto, recordemos que «todo nuestro ser […] es guardado irrepensible (sin pecado)».
«Cuando el Espíritu de Dios toma posesión del corazón, transforma la vida. Los pensamientos pecaminosos son puestos a un lado, las malas acciones son abandonadas; el amor, la humildad y la paz, reemplazan a la ira, la envidia y las contenciones.» Recibiréis Porder, 17.4
«El poder vivificador del Espíritu Santo, que procede del Salvador, llena el alma, renueva los motivos y afectos, somete hasta los pensamientos para que obedezcan la voluntad de Dios, y capacita al que lo recibe para producir los preciosos frutos de las acciones santas.» Recibiréis Poder, 22.2
El pecado se forma en la mente de «cada uno [cuando] es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado» (Santiago 1:15)
¡No podemos decir que podemos dejar de pecar en acción pero no en pensamiento, ya que todo pecado se forma en la mente!
Cristo dijo: «Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.» (Mateo 5:27-28)
No puede haber separación de cuerpo y mente, Cristo vino a salvarnos de forma integral. Vino en busca de un ser integral.
Recordemos que«el mismo Dios de paz NOS SANTIFICA POR COMPLETO; Y TODO NUESTRO SER, ESPÍRITU, ALMA Y CUERPO, ES GUARDADO IRREPENSIBLE para la venida de nuestro Señor» (1 Tesalonicenses 5:23). ¡AMÉN!
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