
Las noticias de que Lutero se aproximaba a Worms crearon una gran conmoción. Sus amigos temblaron por su seguridad; sus enemigos temieron por el éxito de su causa.
Cuando llegó a Worms, una enorme muchedumbre se agolpó a las puertas de la ciudad para darle la bienvenida. La agitación era intensa, y de en medio del gentío se elevó una voz quejumbrosa que cantaba una endecha fúnebre, como tratando de avisar a Lutero de la suerte que le estaba reservada. Pero él dijo: “Dios será mi defensa”.
Los papistas no creían que Lutero realmente se atrevería a aparecer en Worms, y su llegada los llenó de consternación.
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