Los protestantes consideran hoy al romanismo con mayor estima que años atrás. Se nota una indiferencia creciente respecto a las doctrinas que separan a las iglesias reformadas de la jerarquía papal; está ganando terreno la opinión de que, al fin y al cabo, nuestras diferencias sobre puntos vitales no son tan grandes como se suponía, y que unas pequeñas concesiones de nuestra parte nos pondría en mejor entendimiento con Roma. Tiempo hubo en que los protestantes estimaban altamente la libertad de conciencia adquirida a costa de tantos sacrificios. Sostenían que tratar de congeniar con Roma equivaldría a ser infieles a Dios. Pero ¡cuán ampliamente diferentes son los sentimientos expresados hoy!
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