Dios permitió que una gran luz brillara sobre las mentes de estos hombres, revelándoles muchos de los errores de Roma; pero ellos no recibieron toda la luz que debía ser comunicada al mundo; no estaban preparados para recibir toda la luz al mismo tiempo, por consiguiente, Dios la reveló a los guías de su pueblo poco a poco. De siglo en siglo otros fieles obreros seguirían conduciendo a las masas y avanzando cada vez más en la senda de la reforma. A través de todos ellos, Dios fue sacando a su pueblo de las tinieblas del romanismo.
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