«Entonces fue traído a él un endemoniado, ciego y mudo; y le sanó, de tal manera que el ciego y mudo veía y hablaba. Y toda la gente estaba atónita, y decía: ¿Será éste aquel Hijo de David? Mas los fariseos, al oírlo, decían: Éste no echa fuera los demonios sino por Beelzebú, príncipe de los demonios.» (Mateo 12:22-24)
Los ministros de aquel entonces eran los que llamaban «a lo bueno malo» (Isaías 5:20). Esos ministros decían que la obra de Cristo era por poder de Satanás, y de este modo infundían dudas a los que prestamente, al ver el milagro, decían: ¿Será éste aquel Hijo de David? Haciéndolos dudar de lo que creían y apartándolos de su Salvador.
Hoy día pasa lo mismo, la gran mayoría de pastores actúa igual, a lo bueno llaman malo, y apartan al gran redil de ovejas a que no escuchen ni acepten la reprensión de Dios, sino que acepten lo malo como bueno y rechacen lo bueno como malo.
Cristo fue crucificado por voluntad de los ministros de ese entonces, una vez determinaron que lo bueno [Cristo] era malo, decidieron que darle muerte [malo] era bueno. La vida de Jesús nos es como ejemplo, no sólo para que aprendamos a vivir como él vivió, sino para que veamos que hasta donde fue conducido él, nosotros, los laicos, seremos conducidos por igual.
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