Cuando Dios creó al hombre lo «formó […] del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente» (Génesis 2:7), por lo tanto sabemos que el hombre está compuesto de un cuerpo (polvo de la tierra) y del aliento de vida que Dios da:
«El espíritu de Dios me hizo, y el soplo del Omnipotente me dio vida« (Job 33:4)
Cuando el hombre fue creado, fue hecho inmortal, ya que todo «era bueno en gran manera» (Génesis 1:31) y por lo tanto no había lugar para la muerte. A la vez, en Génesis 2:16,17 Dios dio la siguiente orden:
«De todo árbol del huerto podrás comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás».
«En el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría»
La vida del hombre, su inmortalidad, dependía de una obediencia incondicional a Dios, sin embargo, una vez entró el pecado, su condición de inmortalidad cambió a un estado de mortalidad de generación en generación. Pablo dice que «la paga del pecado es muerte» (Romanos 6:23), y por lo tanto, una vez Adán y Eva pecaron, su naturaleza no caída e inmortal, pasó a una naturaleza caída y mortal, consecuencia del pecado.
«Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron» (Romanos 5:12).
Apóyanos para seguir adelante con este ministerio:
Así que no es hasta la segunda venida de nuestro Señor Jesús que la condición del hombre cambiará de nuevo, de mortal a inmortal:
«Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y estomortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad» (1 Corintios 15:53,54)
Ahora bien, ¿qué pasa cuando una persona muere? Dios le dijo al hombre, una vez entró el pecado:
«Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás« (Génesis 3:19)
A la vez, nos dice que «el polvo vuelve a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio» (Eclesiastés 12:7), pero, ¿qué es el espíritu?
En hebreo, «ruáj» [rúakj] significa aliento, hálito, aire, respiración. El espíritu es el principio vital en los seres humanos y animales. Por lo tanto el espíritu es el aliento de vida que Dios nos da (Génesis 2:7; Job 33:4), y que una vez morimos, vuelve a Él:
«Todo lo que tenía aliento de espíritu de vida en sus narices, todo lo que había en la tierra, murió» (Génesis 7:22)
«Como mueren los unos, así mueren los otros, y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre que la bestia» (Eclesiastés 3:19)
Así que el aliento de vida es el espíritu, y cuando alguien muere, ese hálito (ese espíritu) vuelve a Dios:
«Después de estas cosas aconteció que cayó enfermo el hijo del ama de la casa; y la enfermedad fue tan grande que no quedó en él aliento» (1 Reyes 17:17)
«El Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras»
«Les quitas el hálito, dejan de ser, y vuelven al polvo.» (Salmos 104:29)
Ahora bien, hay muchos cristianos que se preguntan, ¿y el alma? ¿Qué pasa con el alma?
«Y aconteció que al salírsele el alma (pues murió), llamó a su nombre Benoni; mas su padre lo llamó Benjamín» (Génesis 35:18)
El alma es el complemento del aliento de vida con el cuerpo, o sea, la unión de ambos.
Cuando el aliento de vida se va, el alma deja de existir porque es una combinación de dos cosas, así como cuando apagamos la luz, ¿a dónde va la luz? A ninguna parte, sencillamente, deja de existir.
Dos cosas deben de combinarse para que haya luz: un foco (cuerpo) y la electricidad (vida, aliento). Sin esa combinación la luz es imposible. El alma es sinónimo de persona viva.
«Por cuanto hemos oído que algunos que han salido de nosotros, a los cuales no dimos orden, os han inquietado con palabras, perturbando vuestras almas…» (Hechos 15:24)
«¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios?» (Santiago 4:4)
«El alma que pecare, ésa morirá» (Ezequiel 18:4)
Una vez tenemos desglosadas todas las «partes» que conforman a una persona, ¿qué sucede cuando una persona muere?
Hablando de los muertos, el salmista dice: «No alabarán los muertos a JAH, ni cuantos descienden al silencio» (Salmos 115:17), ya que «en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría» (Eclesiastés 9:10), así que «todo lo que viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas« (Eclesiastés 9:10).
Esto es lo que Jesús trató de explicar a sus oyentes con la parábola del rico y Lázaro (Lucas 16:19-31), la cual es usada para decir que los muertos van al infierno o al cielo, sin tener en cuenta que cada parábola tenía el propósito de enseñar una verdad clara, fundamentada. A la vez se tiene que tiene que tener en cuenta que no sé puede hacer una doctrina de los detalles de una parábola, sino de la idea principal que se quiere expresar.
El propósito de dicha parábola era mostrar que el hombre debe aprovechar las oportunidades estando en vida, en consonancia a Eclesiastés 9:10:
«Todo lo que viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría«.
Jesús trataba de ilustrar de forma figurada una historia que no representa con exactitud una verdad literal. Su único interés era hacerles ver a los judíos que después de morir no hay más oportunidades.
«Los que viven saben que han de morir, pero los muertos nada saben»
Jesús no enseña que los hombres, buenos o malos, reciben su recompensa al morir, si fuera así se estaría contradiciendo a él mismo cuando dijo: «El Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras» (Mateo 16:27)
Muchos de los presentes, sin tener el menor apoyo del Antiguo Testamento, habían llegado a creer en la doctrina de que los muertos están conscientes entre la muerte y la resurrección. En esta parábola Jesús sencillamente se valió de una creencia popular para presentar con claridad una importante lección que deseaba inculcar a los oyentes: Que después de nuestra muerte no podemos cambiar el curso de nuestras obras ni nuestras acciones.
La Biblia declara que «los que viven saben que han de morir, pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en el olvido. También su amor y si odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol« (Eclesiastés 9:5,6)
Y Jesús mismo, en consonancia con otros autores de la Biblia, explicó la muerte como un sueño, como un descanso:
«Dicho esto, les dijo después: Nuestro amigo Lázaro duerme; más voy para despertarle. Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, sanará. Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño. Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto.» (Juan 11:11-14)
«Y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de los santos que habían dormido, se levantaron.» (Mateo 27:52)
«Así el hombre yace y no vuelve a levantarse; hasta que no haya cielo, no despertarán, ni se levantarán de su sueño.» (Job 14:12)
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