7.- En la Encrucijada de los Caminos (Parte 4)

Los esfuerzos de Lutero no quedaron sin buenos resultados. La vasta asamblea presente tuvo la oportunidad de comparar a ambos hombres y juzgar por sí mismo el espíritu que habían manifestado, así como la fuerza y veracidad de sus posturas. ¡Cuán marcado contraste! El reformador –sencillo, humilde, firme- se apoyaba en la fuerza de Dios, pues tenía de su parte la verdad; mientras que el representante del Papa –vanidoso, dictatorial, arrogante, irrazonable- no tenía un solo argumento de las Escrituras, y sólo gritaba con vehemencia: “Retráctate, o serás enviado a Roma para que te castiguen”.

A pesar de que Lutero se había asegurado un salvoconducto, los romanistas complotaban apresarlo y encarcelarlo. Sus amigos insistieron en que, como era inútil que prolongara su estadía allí, debía volver a Wittenberg sin demora y con sigilo. Así fue, salió de Augsburgo antes del alba, a caballo, y acompañado solamente por un guía.

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