El castigo eterno (Mateo 25:46), el cual muchos llaman infierno, no es un lugar donde los impíos están ardiendo continuamente.
El día del Señor (la segunda venida) viene en llama de fuego (2 Tesalonicenses 1:7-9), para destruir a unos y salvar a otros, pero pasados mil años, todos los pecadores de todas las épocas serán resucitados (Apocalipsis 20:5) para reconocer que Dios es justo (Isaías 45:23,24) y sufrir, seguidamente, la muerte segunda (Apocalipsis 20:6), para recibir el castigo eterno, o sea, la muerte eterna.
Dios es justo, y por muy pecador que haya sido alguien durante su vida, Dios no lo va a tener ardiendo continuamente por la eternidad. Satanás (la raíz) y sus ángeles y los impíos (sus ramas), serán destruidos y reducidos a ceniza (Malaquías 4:1-3) para siempre.
La presencia de Dios es fuego consumidor (Deuteronomio 4:24), y será destrucción para los pecadores (2 Tesalonicenses 2:8), sin embargo para los justos será lugar de bendición (Isaías 33:14,15; Apocalipsis 15:2).
Recuerda que la mayoría no siempre tiene la razón.
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