Cuando leemos los mandamientos de Dios dados en el Sinaí creemos que son mandamientos, y sí, ciertamente lo son, pero hay algo mucho más profundo en esos diez mandatos que se nos pasa y no tenemos en cuenta.
Cuando Dios dio la ley en Sinaí el pueblo de Israel escuchó las palabras y dijo: «Haremos todas las palabras que Jehová ha dicho.» (Éxodo 24:3), pero así como nos pasa a nosotros, no entendieron. Ellos entendieron que los mandamientos son mandamientos que debían obedecer, y cuanto más rápido dijeron «haremos todas las palabras que Jehová ha dicho», más rápido pecaron.
Apóyanos para seguir adelante con este ministerio:
Nosotros hacemos exactamente lo mismo, creemos que un «haremos todas las palabras que Jehová a dicho» es suficiente para creer que vamos a cumplir, pero a los 5 minutos estamos pecando. ¿Pero por qué nos pasa esto? La respuesta está en el título de este post. Cuando no entendemos que los mandamientos no son mandamientos, sino promesas, entonces la justicia de Cristo no puede obrar en nosotros. Cuando leemos: «No hablarás contra tu prójimo falso testimonio» (Éxodo 20:16), Dios NO NOS ESTÁ MANDANDO a que no hablemos falso testimonio contra nuestro prójimo, sino que NOS ESTÁ PROMETIENDO que no hablaremos contra nuestro prójimo falso testimonio, y cuando por fe aceptamos esta promesa y creemos en ella, entonces Dios la cumple EN ESE INSTANTE en nosotros y se manifiesta EN ESE INSTANTE en nuestras vidas. Entonces ya no decimos «haremos todas las palabras que Jehová ha dicho», sino «Gracias Dios por cumplir tus promesas en mí».
Dios nos da la victoria, no porque la pidamos, sino porque ya nos la dio, porque él lo prometió.
«Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.» (Romanos 10:17).
La Palabra lo dice, ¿lo crees?
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