Nehemías y la historia del adventismo

«Y sobre el monte Sinaí descendiste, y hablaste con ellos desde el cielo, y les diste juicios rectos, leyes verdaderas, y estatutos y mandamientos buenos, y les ordenaste el día de reposo santo para ti, y por mano de Moisés tu siervo les prescribiste mandamientos, estatutos y leyes» (Nehemías 9:13,14)

Después del chasco de 1844 y de un tiempo de investigación, el movimiento adventista vio su error de interpretación en cuanto al evento ocurrido en otoño de 1844 y no un error en el tiempo. Entonces fue redescubrierta la verdad del Santuario Celestial y como en ese mismo día señalado Cristo pasaba del Lugar Santo al Lugar Santísimo, donde se encuentra el Arca del Pacto con las dos tablas de piedra y los diez mandamientos de Dios escritos en ella. Entonces, los que estudiaban la Palabra de Dios sobre estas verdades, entendieron que el sábado perpetuo de Dios, el cuarto mandamiento, seguía aun vigente y que era mandato de Dios que el hombre lo guardara.

«El régimen alimenticio vegetariano debía cumplir en nosotros el propósito que Dios quiso para el hombre desde el principio»

Apóyanos para seguir adelante con este ministerio:

Nehemías continúa de esta manera:

«Les diste pan del cielo en su hambre, y en su sed les sacaste aguas de la peña» (Nehemías 9:15)

En 1863 el pueblo adventista recibe el mensaje de la Reforma Pro Salud de parte de Dios y a través de Ellen White, con principios de salud para nuestra vida y donde el régimen alimenticio vegetariano (y con el tiempo vegano) debía cumplir en nosotros el propósito que Dios quiso para el hombre desde el principio (Génesis 1:29). Este mensaje iría unido al mensaje de la salida al campo basado en una economía campestre, donde «la tierra sustentaría a la mujer», y se viviría en de un entorno más saludable y provechoso para nuestro desarrollo personal con Dios y su ley.

Seguidamente el mismo versículo dice:

«Y les dijiste que entrasen a poseer la tierra, por la cual alzaste tu mano y juraste que se la daría» (Nehemías 9:15)

El mensaje de la justificación por la fe dado por dos mensajeros del cielo, AT Jones y EJ Waggoner, en 1888, debía de llevar a entender realmente el propósito de Dios para nuestras vidas, reflejando en nosotros el poder de Dios manifestado en nuestro comportamiento (acción, palabra y pensamiento) y vindicando el carácter de Dios al obedecer perfectamente su santa ley por amor a él. Este mensaje, si hubiera sido aceptado, Cristo ya hubiera regresado poco después de esa fecha y entonces hubiéramos entrado «a poseer la tierra» que Dios había jurado que nos daría: La Canaán Celestial, ¿pero que pasó?

«Mas ellos y nuestros padres fueron sobervios, y endurecieron su cerviz, y no escucharon tus mandamientos. No quisieron oír, ni se acordaron de tus maravillas que habías hecho con ellos; antes endurecieron su cerviz» (Nehemías 9:17)

«Cuando el carácter de Cristo sea perfectamente reproducido en su pueblo, entonces vendrá él para reclamarlos como suyos»

El mensaje de la justicia de Cristo a través de la fe fue rechazado y el pueblo de Dios de esa generación no pudo recibir la promesa de que pronto el Señor iba a regresar y llevar a su pueblo a la Canaán Celestial.

Pero la Palabra de Dios sigue diciendo:

«Pero tú eres Dios que perdonas, clemente y piadoso, tardo para la ira, y grande en misericordia, porque no los abandonaste» (Nehemías 9:17)

Dios cumplirá su promesa expresada en Nehemías 9:15, él promete que nos dará esa tierra para que reinemos con él por mil años, y lo hará muy pronto.

Los 6000 años están a punto de cumplirse, y aunque Dios no dependa de un tiempo para regresar, es soberano del mismo, y «Cristo espera con un deseo anhelante la manifestación de sí mismo en su iglesia. Cuando el carácter de Cristo sea perfectamente reproducido en su pueblo, entonces vendrá él para reclamarlos como suyos.» (Palabras de Vida del Gran Maestro, pág. 47.4)

¿Estamos preparados?

«Todo cristiano tiene la oportunidad no sólo de esperar, sino de apresurar la venida de nuestro Señor Jesucristo» (Palabras de Vida del Gran Maestro, pág. 47.5)

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