Algunos sostienen que el cuerno pequeño de Daniel 8:9 es Antíoco Epífanes, rey de Siria de la dinastía Seleúcida, pero lamentamos decir que ni Daniel, ni Jesús apoyan esta idea.
El libro de Daniel nos dice que después de la aparición de un carnero (Daniel 8:3) que simboliza Medo Persia (Daniel 8:20) y de un macho cabrío con un cuerno notable entre sus ojos (Daniel 8:5) que simboliza Grecia (Daniel 8:21), aparece en escena un cuerno pequeño (Daniel 8:9). Ahora bien, ¿este cuerno pequeño es Antíoco Epífanes o el Papado? En verdad, en Daniel 8:9 no es ni uno ni el otro, sino que es Roma Imperial.
De Grecia se nos dice que estando en su mayor esplendor, el cuerno notable que simboliza a Alejandro Magno es quebrado (Daniel 8:8), y que en su lugar aparecen cuatro cuernos más que simbolizan 4 reinos (Daniel 8:22). Cuando Grecia cayó y Alejandro Magno, al morir, dejó el reino sin heredero al trono, este quedó dividido en cuatro reinos: Dinastía Seleúcida, Ptolemaica, Tracia y Macedonia. Y ahora es cuando en la profecía se nos dice que surge un cuerno pequeño.
Si este cuerno pequeño fuera Antíoco Epífanes, este saldría de uno de los cuatro cuernos, concretamente de la dinastía selúcida, sin embargo nos dice que este cuerno pequeño sale de uno de los cuatro puntos cardinales (Daniel 8:9). Cuando la Biblia dice que “de uno de ellos salió un cuerno pequeño” se refiere a vientos, ya que gramaticalmente no se puede referir a cuernos por cuestiones de género.
Otro punto a destacar para saber que es Roma Imperial es porque Jesús mismo citó el libro de Daniel para referirse a acontecimientos futuros, y no acontecimientos que estaban en el pasado.
Cuando Jesús salió del templo, sus discípulos se acercaron para mostrarle los edificios (Mateo 24:1), sin embargo Jesús les dijo que no quedaría piedra sobre piedra que no fuera derribada (Mateo 24:2), así que abrumados, los discípulos le preguntaron cuando sucedería la destrucción del templo (Mateo 24:3).
Entre todas las señales que Jesús mencionó, una tenía que ver con Jerusalén rodeada de ejércitos (Mateo 24:15; Lucas 21:20), asociándolo a la abominación desoladora de Daniel (Marcos 13:14; Daniel 8:13). Cristo estaba profetizando algo que iba a suceder cuarenta años después de su ascensión al cielo. En el año 66, los ejércitos romanos con el general Cestio Galo en cabeza rodearon Jerusalén, pero extrañamente abandonaron el sitio y no fue hasta tres años y medio más tarde, en el año 70dC, cuando Roma, ahora con el general Tito en cabeza, destruyó Jerusalén y el templo. Jesús, citando al profeta Daniel (Marcos 13:14) hablaba de algo que iba a suceder en el futuro, apuntando a Roma (Daniel 9:26,27), y no a algo que ya había sucedido en el pasado con Antíoco Epífanes.
De este cuerno pequeño se nos dice que creció mucho al sur, al oriente, y hacia la tierra gloriosa (Daniel 8:9), o sea, hacia Egipto, hacia el imperio seleúcida y hasta Jerusalén, donde se engrandeció contra el príncipe de los ejércitos (Daniel 8:11), quien es Cristo (Daniel 8:25), quien fue crucificado por la autoridad de Roma (Marcos 15:14,15).
Estas evidencias muestran que realmente el cuerno pequeño de Daniel 8:9 es Roma Imperial, quien iba a ceder el paso a Roma Papal (Daniel 8:12), transfiriéndole el poder, el trono y la grande autoridad (Apocalipsis 13:2) en el año 538dC, y no Antíoco Epífanes.
A partir de ese momento el Papado echó por tierra la verdad, e hizo cuanto quiso (Daniel 8:12), fortaleciendo su poder, pero no por su propia fuerza (Daniel 8:24), ya que necesitaba del poder civil para causar grandes ruinas, prosperar y actuar arbitrariamente, destruyendo al pueblo de Dios mediante los poderes militares (Daniel 8:12). De este modo el Papado pudo hacer prosperar el engaño (Daniel 8:25), seduciendo con lisonjas (Daniel 11:32) y matando a espada, a fuego y llevando a cautividad a muchos (Daniel 11:33)
Recuerda que la mayoría no siempre tiene la razón.
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