Los libros apócrifos

Los libros adicionales de la Biblia católica se llaman «Libros Apócrifos». Ellos fueron escritos después de que el Canon de la Biblia hebrea fue completado, aproximadamente en el 425 aC.

La palabra apócrifo significa “oculto o secreto”. Debido a su dudosa autenticidad de la palabra ha llegado a significar “fraudulenta, o falsificado” por algunos estudiosos.

Estos libros o escritos de los apócrifos son: Tobías, Eclesiástico, I Macabeos, II Macabeos, Baruc, Sabiduría y Judith. A este grupo de libros se les consideró como Deuterocanónicos (Segundo Canon).

Los libros apócrifos fueron agregados por la Iglesia Católica en el Concilio de Trento, en Italia, que empezó en 1545 d.C., es decir que, apróximadamente 1545 años después de la muerte de nuestro Señor Jesucristo, fueron agregados.

Los libros apócrifos fueron retirados de la Biblia protestante en el momento de la Reforma. Aquí hay varias razones por las que muchas autoridades cristianas rechazan los escritos de los apócrifos:

  1. Los apócrifos nunca pertenecieron al canon hebreo.
  2. Nunca fueron citados por el Señor ni por sus apóstoles en el Nuevo Testamento, según lo reconoce el Diccionario de la Biblia Católica de Herder, artículo: Canon del A.T., p. 269.
  3. Josefo (un conocido historiador de la época bíblica) los excluyó de su lista de la Sagrada Escrituras por falta de autenticidad o validez en esencia u origen.
  4. Durante los primeros cuatro siglos no hubo mención de los libros apócrifos en cualquier catálogo o libro canónico.
  5. Los libros apócrifos nunca fueron afirmados de ser de inspiración divina o de poseer autoridad divina en sus contenidos.
  6. Sus autores no fueron profetas. Cada libro del Antiguo Testamento fue escrito por un hombre que era un profeta.
  7. Estos libros están repletos de errores históricos, geográficos y cronológicos. Para aceptar los apócrifos habría que rechazar las narraciones del Antiguo Testamento.
  8. Las doctrinas y prácticas apócrifas son contrarias al canon de las Escrituras.

Apóyanos para seguir adelante con este ministerio:

Los Libros Apocrifos tienen un alto numero de practicas anti-cristianas como: La orden de utilizar magia (Tobías 6:5-7). El perdón de pecados por el sólo hecho de dar limosnas (Tobías 4:11; 12:9). Ofrecer dinero por los pecados de los muertos (2 Macabeos 12:43).

Estos libros no fueron escritos por las personas cuyos nombres figuran en sus títulos, y no son ni teológicamente e históricamente exactos.

¿Por qué la Iglesia Católica los acepta como canónicos?

En pocas palabras, la Iglesia Católica Romana nunca ha tenido ningún apoyo bíblico para sus enseñanzas como el purgatorio, oraciones por los muertos, las obras para la salvación, etc. Estas falsas enseñanzas se encuentran en los libros apócrifos. No es de extrañar que una iglesia falsa le añada revelaciones a la Biblia con el fin de tratar de justificar sus erróneas doctrinas.

Los propios libros apócrifos muestran que no están inspiradas por Dios y en su mayoría son obras de ficción. Ellos nunca han sido verdaderamente aceptados por los cristianos bíblicos como parte de la Palabra de Dios.

La práctica de la Iglesia Romana de aceptar dinero, como “indulgencias” para el pago de los pecados especialmente fue atacada por ser anti-bíblica. La historia demuestra que la aceptación de las indulgencias trajeron una gran cantidad de dinero a las arcas de la Iglesia Católica Romana.

Hay una declaración que se encuentra en 2 Macabeos 12: 43-45 (Libro apócrifo), que dice “2000 piezas de plata fueron enviados a Jerusalén para una ofrenda por el pecadoCon lo cual él hizo expiación por los muertos, para que quedaran liberados del pecado.” Este es el versículo usado por la Iglesia Católica para apoyar sus enseñanzas del Purgatorio y el pago de las indulgencias (el pago de los pecados). Sin embargo, en ninguna parte de la Palabra de Dios se había encontrado ninguna mención de una oración o una expiación por los muertos. Hebreos 9:27 dice: “Y así como está establecido para los hombres que mueran una vez, y después de esto el juicio”.

En la palabra de Dios, no hay lugar llamado Purgatorio o cualquier oración ofrecidas por los muertos. Cuando un hombre muere se sella su destino. Si un hombre es un creyente, él como hijo de Dios, va al cielo, después de la resurrección, si es un hombre perdido en pecados irá al infierno osea dejará de existir, será destruido en el lago de fuego en la segunda resurrección . No hay una segunda oportunidad después de la muerte.

Sobre la Septuaginta, es la traducción del hebreo al griego del Antiguo Testamento; el texto en la lengua original (hebreo) fue anterior a que los apócrifos fuesen escritos y estos apócrifos fueron escritos en griego por judíos griegos y agregados a la Septuaginta. Basta señalar que el Concilio judío de Jamnia, reunido luego de que esto ocurriera, rechazó de plano estos apócrifos.

La Septuaginta original que fuera leída en la época de Jesús contenía los 39 libros sin agregados. Las argumentaciones en contra de los apócrifos podrían continuar, pero solo sumaremos un breve listado de testimonios relevantes.

Geisler y Nix (A General Introduction to the Bible, Moody Press,1968) proporciona testimonios de la antigüedad contrarios a la aceptación de los apócrifos anteriores a Lutero, con lo cual descartamos que esto sea su idea o invento como maliciosamente se le suele atribuir desde el Catolicismo Romano.

Filon, filosofo judio de Alejandria (20 a.C-40 d.C.), citó abundantemente el Antiguo Testamento y aún reconoció la triple división, pero nunca citó de los apócrifos como inspirados.

Josefo (30-100 d.C.), historiador judío, excluye explícitamente a los apocrifos, dejando en 22 el número de libros del Antiguo Testamento. Tampoco cita de estos libros como Escritura.

Jesús y los escritores del Nuevo Testamento nunca citaron los apócrifos, aun cuando hay centenares de citas y referencias a casi todos los libros canónicos del Antiguo Testamento.

Los eruditos judíos de Jamnia (90 d.C.) no reconocieron los apócrifos.

Ningún Canon o Concilio de la iglesia cristiana durante los primeros cuatro siglos reconoció los apócrifos como inspirados.

Muchos de los grandes «padres» de la iglesia primitiva hablaron en contra de los apócrifos, por ejemplo, Orígenes, Cirilo de Jerusalén, Atanasio.

Jerónimo (340-420 d.C.), el gran erudito y traductor de la Vulgata, rechazó los apócrifos como parte del canon. Disputó a través del Mediterráneo con Agustín acerca de este punto. Al principio rechazó aún traducir los libros apócrifos al latín, pero más tarde hizo una apresurada traducción de unos pocos de ellos. Luego de su muerte y literalmente «sobre su cadáver», los libros apócrifos fueron incorporados a su Vulgata Latina directamente de la antigua versión latina.

Muchos eruditos católicos romanos durante el periodo de la Reforma Protestante rechazaron los apócrifos.

No fue sino hasta el año 1546, en una acción polémica en el Concilio de Contrareforma de Trento, que los libros apócrifos recibieron pleno reconocimiento canónico por la Iglesia Católica Romana.

Estos son los errores más obvios de los Libros Apócrifos:

Tobías 5:6 dice: “Hay dos jornadas de camino entre Ecbátana y Ragués, pues Ragués está en la montaña y Ecbátana en el llano.”

La introducción general al libro explica: “En realidad Ecbátana se hallaba mucho más alta que Ragués, (a 2000 metros de altura) y los kilómetros que separaban a ambas ciudades eran 300”. (Biblia de Jerusalén p. 499)

Tobías 6:5-9,17, el ángel recomienda el uso de métodos paganos de adivinación.

Tobías 12:9 enseña salvación por obras, a través de las limosnas.

Judith 1:1, 7,11, 2:1-4, asevera que Nabucodonosor era rey de Asiria

Judith 9:13, 10, pide que Dios le asista en formular una buena mentira para engañar al enemigo.

Sabiduría 10:1-4, asegura que el diluvio divino vino por culpa de Caín.

Sabiduría 11:17, enseña que la creación fue realizada por Dios usando la materia ya existente en vez de ser formada de la nada.

Eclesiástico 12:6,7 y 25:26 Prohíben la caridad a los malos.

Baruc 1:1, asevera que el autor, secretario de Jeremías, escribió su libro desde Babilonia cuando en realidad se encontraba en Egipto (Jeremías 43:1-7).

2 Macabeos 12:41-46, aprueba las oraciones y sacrificios expiatorios por los muertos.

2 Macabeos 14:37-46, alaba el suicidio.

2 Macabeos 15:12-16, da su aprobación a la intercesión de los santos muertos a favor de los vivos.

También hay adiciones al libro de Daniel 3:38 Afirma que “ya no hay, en esta hora, príncipe y profeta ni caudillo”. En realidad, vivían y ejercían su
ministerio profético Daniel, Jeremías y Ezequiel.

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