Antes de nada, hay que decir que la salvación es un don gratuito de Dios que uno no puede ganar por sí mismo (Efesios 2:8,9).
Ahora bien, ese regalo lo podemos rechazar al negar a Cristo y no querer someternos a él.
«Retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona» (Apocalipsis 3:11)
Esta corona es la corona de la salvación, de la vida eterna (Apocalipsis 2:11), y si amamos más al mundo que a Dios (Santiago 4:4), rechazamos a Cristo y por ende perdemos este precioso don que nuestro Padre celestial nos da mediante su único Hijo (Juan 3:16).
La declaración de «una vez salvo siempre salvo», no es bíblica (Judas 1:5; 1 Corintios 9:27). Pablo nos exhorta a que contendamos ardientemente por la fe (Judas 1:3); ocupándonos de nuestra salvación con temor y temblor (Filipenses 2:12) recordando que la carrera del cristiano es una lucha constante (1 Corintios 9:24-26), y sabiendo que «el que persevere hasta el fin, éste será salvo.» (Mateo 24:13)
Recuerda que la mayoría no siempre tiene la razón.
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