¿Sigue vigente la Ley de Dios?

Las Escrituras hacen de Egipto un símbolo de pecaminosidad, siendo la liberación del pueblo de Dios de la esclavitud egipcia, un símbolo de la liberación de todo el pueblo de Dios del poder del pecado.

El Señor libró a su pueblo de la tierra del Faraón, a fin de que pudiera darles su ley:

“Porque se acordó de su santa palabra dada a Abraham su siervo. Sacó a su pueblo con gozo; con júbilo a sus escogidos. Les dio las tierras de las naciones, y las labores de los pueblos heredaron; para que guardasen sus estatutos, y cumpliesen sus leyes(Salmos 105:42-45).

De la misma manera, mediante el Evangelio, Cristo nos libra de la esclavitud del pecado: “Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo si queda para siempre. Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:34-36); “les prometen libertad, y son ellos mismos esclavos de corrupción. Porque el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció” (2 Pedro 2:19).

Cristo nos libra de la esclavitud del pecado para que podamos guardar su ley, que en él se traduce en verdadera obediencia:

“Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor” (Juan 15:10).

La liberación de Egipto había de proporcionar el motivo de obediencia a la ley de Dios. Fijémonos en el orden:

1. El señor salva a Israel; 2. Luego da su ley para que la guarde.

Y tenemos el mismo orden bajo el Evangelio:

1. Cristo nos salva del pecado; 2. Luego vive su ley dentro de nosotros:

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20); “el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación” (Romanos 4:25); “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne” (Romanos 8:1-3); “quien llevó el mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados” (1 Pedro 2:24).

La ley dada en el Sinaí debe ser un manual de conducta humana para todos los tiempos. El mismo Jesús se refirió a los mandamientos como el camino por el cual se puede alcanzar la vida eterna:

“Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿Qué haré para tener la vida eterna? Él le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. Le dijo: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio. Honra a tu padre y a tu madre; y amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateos 19:16-19).

Los mandamientos son adecuados para todo humano, son aplicables y están en vigencia mientras dure el mundo:

No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido (Mateo 5:17,18).

La parte final del versículo 18 ha sido malinterpretada por muchos protestantes al creer que todo queda cumplido en la cruz con el “consumado es” (Juan 19:30), y por lo tanto la ley queda abolida al morir Jesús en la cruz, queda clavada.

Sí que es cierto que Jesús había completado la obra que su Padre le había comisionado que hiciera aquí en la tierra:

“Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra” (Juan 4:34).

De acuerdo con lo establecido, se había cumplido cada paso del plan de redención. Satanás había fracasado en sus intentos de tirar por los suelos ese plan. El plan de redención era un plan global, para toda la humanidad:

“Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.” (1 Juan 2:2),sin embargo, el plan de intercesión de Cristo era individual “Por lo cual puede también salvar perpetuamente, a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Hebreos 7:25); “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda la maldad” (1 Juan 1:9).

Había terminado la obra de redención, pero la obra de intercesión empezaba para sólo aquellos que con corazón contrito se arrepentían de sus pecados. Jesús vino a enseñarnos como cumplir la ley, la encarnó (la “Palabra” o “Mimra”, la ley -torah- son Jesús mismo. Según Juan 1:1, él es el Verbo (Palabra) hecha carne. Por eso el encarna la ley, la Palabra, la ley), vino a demostrarnos como cumplir y andar en ella y nos dice que hasta que termine todo, hasta que termine el conflicto entre el bien y el mal, ni una jota ni un tilde pasará de la ley(Mateo 5:18). Luego en los versículos siguientes nos dice:

“De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, este será llamado grande en el reino de los cielos. Porque os digo que si vuestra justicia no fuera mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 5:19,20).

Lo que aquí nos está diciendo Jesús es que quien guarde la ley por sus propias fuerzas como hacían escribas y fariseos, no entrará en el reino de los cielos. Guardarla sin interiorizarla, sin llevarla en nuestro corazón, de nada sirve.

El salmista entendió bien que era interiorizar la ley, entendió bien el Decálogo y lo reflejo así:

“El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado. Y tu ley está en medio de mi corazón(Salmos 40:8), no sólo teniéndola en la mente para cumplirla, siendo “obras muertas”, sino interiorizándola, amándola, porque “si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15).

Cuando todo se haya cumplido, cuando hayamos llegado al fin del conflicto, la ley seguirá vigente, lo que no tendrá efecto sobre nosotros porque según escribe Pablo, “todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta. Y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados” (1 Corintios 15:51,52), tendremos interiorizada la ley por naturaleza, porque nuestra naturaleza pecaminosa habrá pasado a ser una naturaleza perfecta y sin tendencia al pecado, a diferencia de ahora, donde nuestra tendencia es la de pecar:

“Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago” (Romanos 7:15); “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago” (Romanos 7:19)

La ley no puede ser abolida ni en la cruz, ni al final del conflicto, ya que esta es un reflejo del carácter de Dios, pero con la Segunda Venida de Cristo, ya no estaremos sujetos a la condición de la ley, porque está habrá sido perfectamente interiorizada al ser transformados (1 Corintios 15:52), no dependeremos de que nadie nos la explique y nos sometamos a Cristo en una lucha para vencer la tentación, sino que seremos hechos perfectos y no habrá cabida para el pecado:

“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4)

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