Él, él es nuestro Consolador

Cuando uno entiende que Aquel que pasó por mis visicitudes, Aquel que fue tentado como yo, Aquel que pasó por lo que yo paso, es el que me consuela, entonces uno entiende mas sus palabras en forma de promesa: «He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.» (Mateo 28:20), y no es otro diferente a él, quien viene aquí con nosotros.

Cuando Jesús dijo: «Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre» (Juan 14:16), estaba recordando la promesa antes mencionada: «He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo».

Judas, no el Iscariote, entendió que quien iba a acompañarlos para estar con ellos para siempre era Cristo mismo: «Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?» (Juan 14:22)

Judas entendió que quien se iba a manifestar a ellos era Cristo, lo que no entendía era el «cómo» iba a hacerlo.

Ahora bien, ¿cómo podía ser Cristo mismo pero a la vez «otro Consolador»?

La palabra «Consolador» es παράκλητος [parákletos], y en otro lugar de la Biblia se utiliza esta palabra para hablar de Cristo:

«Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado [παράκλητος parákletos] tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.» (1 Juan 2:1)

Cristo, es nuestro abogado, es nuestro Consolador, es nuestro parákletos.

Apóyanos para seguir adelante con este ministerio:

Y es Cristo mismo, de otra forma diferente a la que estuvo con sus discípulos, que está aquí con nosotros:

«No hay nada más que pueda salvarnos. Cristo viene en su naturaleza divina, y aquí es dónde cada alma será iluminada de acuerdo con lo que le dé a la mente para alimentarse» (Manuscrito 138, 24 de marzo de 1906, párr. 20)

Su manifestación aqui con nosotros es mediante su naturaleza divina, ya que su naturaleza humana está presentando cada día y a cada segundo, su sangre por nosotros.

«El Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.» (2 Corintios 3:17)

Ellen White aclara este punto de una manera meridiana:

«Estorbado por la humanidad, Cristo no podía estar en todo lugar personalmente; por lo tanto, convenía a sus discípulos que él los dejase y fuese al Padre y enviase el Espíritu Santo como su sucesor en la tierra. El Espíritu Santo es Él mismo despojado de la personalidad humana e independiente de ella. Él se representaría a sí mismo como presente en todos los lugares por su Santo Espíritu, como el Omnipresente.»
(Manuscript Releases Volume 14, p. 23, 1895)

Cristo se iba a manifestar representándose a sí mismo, siendo él mismo pero en otra manifestación diferente a la que estuvo cuando vino a este mundo como hombre.

Por esta razón Ellen White escribe sobre Cristo que tenía (tiene) «dos expresiones -humano y divino-« las cuales «eran estrecha e inseparablemente una en Cristo, y sin embargo tenían una individualidad diferente(Comentario Bíblico Adventista, pág. 1104)

Esas dos individualidades son esas dos personalidades (características/personas) que Cristo tiene, la humana, presentando sus heridas hechas en la cruz ante su Padre, y la divina, presente mediante su Santo Espiritu.

Recordemos que «el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.» (2 Corintios 3:17)

Y Ellen White declara:

«Mientras Jesús ministra en el santuario celestial, es siempre por su Espíritu el ministro de la iglesia en la tierra. Está oculto a la vista, pero se cumple la promesa que hiciera al partir: “He aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” Aunque delega su poder a ministros inferiores, su presencia vivificadora está todavía con su iglesia.« (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 138.2)

Confiemos en que «por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu(1 Corintios 12:13), «y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo» (1 Corintios 10:4).

«YO, YO SOY VUESTRO CONSOLADOR» (Isaías 51:12)

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