Por un plato de lentejas

«Y guisó Jacob un potaje; y volviendo Esaú del campo, cansado, dijo a Jacob: Te ruego que me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado. […] Y Jacob respondió: véndeme en este día tu primogenitura. Entonces dijo Esaú: He aquí yo me voy a morir, ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura? Y dijo Jacob: Júramelo en este día. Y él le juró, y vendió a Jacob su primogenitura. […] Así menospreció Esaú la primogenitura.» (Génesis 25:29-34)

Esaú cambió su primogenitura por un plato de lentejas. ¡Qué lección para nosotros! Tenía hambre, pero no era un caso desesperado. Si hubiera sido paciente hubiera comido, pero por una necesidad injustificada cambió su primogenitura por un plato de lentejas.

Vienen tiempos complicados donde el pueblo de Dios va a ser probado. Eva fue tentada por la comida (Génesis 3:6), Jesús fue tentado por la comida (Mateo 4:3), y nosotros seremos tentados por lo mismo.

Apóyanos para seguir adelante con este ministerio:

Se dice que la necesidad del hombre es la oportunidad de Dios, pero también sabemos que la necesidad del hombre puede ser aprovechada por el enemigo de las almas, el cual quiere que neguemos a Cristo, su enseñanza, sus principios y su ley. El pueblo de Dios será fuertemente probado; es por el fuego donde se prueba si el oro es puro o si simplemente es un lingote bañado solo en oro, así seremos nosotros probados por el fuego de la aflicción para saber si somos de una sola pieza o si aparentamos por fuera lo que no somos por dentro.

La necesidad de Esaú era la oportunidad de Dios para que ejercitara la paciencia y esperara para recibir el alimento, Cristo mismo dijo: «No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber, […] ¿No es la vida más que el alimento?» (Mateo 6:25), desgraciadamente la necesidad de Esaú se convirtió en la oportunidad de Satanás para tentarlo y vencer. Del mismo modo que Esaú cambió su primogenitura por un plato de lentejas, nosotros podemos cambiar el «comer del árbol de la vida» (Apocalipsis 2:7) por un plato de judías, o cambiar «la corona de la vida» (Apocalipsis 2:10) para poder comprar y vender.

Realmente tenemos poco que perder y mucho que ganar, así como Esaú, pero él prefirió perderlo todo a cambio de complacer su apetito. ¿Y nosotros?

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