A imagen y semejanza

Cuando el Padre dijo al Hijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza» (Génesis 1:26), aparte de mostrarnos que «el hombre había de llevar la imagen de Dios, tanto en la semejanza exterior, como en el carácter» (Patriarcas y Profetas, pág. 24.4), estaba dándonos una lección de la relación que tenían ambos, Padre e Hijo.

El Hijo es Dios (Juan 1:1) porque tiene la naturaleza divina por ser de la misma sustancia que el Padre (Hebreos 1:3), así como la mujer es humana porque tiene la naturaleza del hombre por ser de la misma sustancia que Adán.

Del Verbo se declara: «En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios» (Juan 1:1), esta declaración es tajante a la hora declarar que el Hijo es Dios, ¿pero en qué sentido? En el mismo sentido en que la mujer es adán:

«Varón y hembra los creó, y los bendijo, y llamó el nombre de ellos Adán, el día en que fueron creados» (Génesis 5:2).

Y así como Eva era el único ser en la creación que era uno con Adán, «nuestro Padre celestial es el Dios del universo, y Cristo es el divino Hijo, el Único igual con el Padre» (Manuscrito 49, 1906)

Apóyanos para seguir adelante con este ministerio:

Eva es declarada Adán, o sea, es declarada humana, porque su naturaleza es humana, así como el Hijo es declarado Dios por ser el único, juntamente con el Padre, que es de la misma sustancia que Dios, ya que «únicamente Cristo es «la misma imagen» del Padre (Hebreos 1:3)…» (Patriarcas y Profetas, pág. 24.4).

Así como Eva fue creada de la misma sustancia de Adán, Cristo fue engendrado del Padre y posee su misma sustancia. Cuando Salomón escribe en Proverbios 8 sobre la sabiduría, haciendo una clara alegoría al Hijo, dice de él:

«Antes de los abismos fui engendrada […], antes de los collados, ya había sido yo engendrada» (Proverbios 8:24,25)

En el versículo anterior, hay, aparentemente, una contradicción, ya que de la misma sabiduría, en alusión a Cristo, el salmista dice:

«Eternamente tuve el principado, desde el principio(Proverbios 8:23)

Aun antes de su existencia como un ser separado de su Padre, Dios lo iba a poner como Príncipe de todo, es decir, que desde la eternidad, antes que el Hijo fuera engendrado del Padre, Dios ya sabía que todo iba a ser hecho a través de Cristo y para Cristo (Colosenses 1:17), le iba a entregar toda la creación a él.

A la vez, esa eternidad del Hijo, E.J. Waggoner, citando Miqueas 5:2:

«Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad«, nos dice que esa salida «fue tan atrás en las edades de la eternidad como para estar más allá del alcance de la mente del hombre(Cristo y su Justicia, pág. 10). Y luego añade:

«Las Escrituras declaran que Cristo es «el unigénito Hijo de Dios». Es «unigénito» -o engendrado-; no creado. En referencia a cuándo, no nos corresponde a nosotros el inquirir, ni podrán nuestras mentes comprenderlo aun así se nos explicara. […] Hubo un tiempo cuando Cristo procedió y vino de Dios, del seno del Padre (Juan 8:42; Juan 1:18), pero fue tan atrás en los días de la eternidad que para el entendimiento finito significa sin comienzo (Cristo y su Justicia, pág. 13)

Del Hijo, la Biblia dice: «Jehová me poseía en el principio, ya de antiguo, antes de sus obras.» (Proverbios 8:22), asimismo Adán poseía en cierta manera a Eva, ya que de la sustancia de él y por creación de Dios, surgió ella.

De Eva sabemos que desde su creación quedó sujetada a Adán, siendo él cabeza de ella, así como el Padre es cabeza del Hijo, estando siempre sujeto al Padre:

«Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo(1 Corintios 11:3)

Este principio de sujeción no hacía de ningún modo a la mujer inferior al hombre, ya que toda perfecta sujeción pone a ambos como iguales ante Dios, sin embargo la autoridad del hombre no quedaba sujeta a la mujer, sino a la inversa.

El Hijo, desde el principio, quedó sujeto al Padre, «porque así como la mujer procede del varón» (1 Corintios 11:12), y no al revés, implicando esto que ella debe de estar sujeto a al hombre, el Hijo procede del Padre implicando que Cristo debe estar sujeto al Padre y no de otro modo.

Por esto y más, cuando Dios dice «hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza» (Génesis 1:26), está mostrando que sólo dos participaron de la creación, sólo dos tienen dominio y potestad, y que sólo dos tienen la misma sustancia divina.

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