¿Convicción o preferencia?

La mujer de Lot obedeció al mandato de Dios de salir de Sodoma (Génesis 19:16), pero hay una diferencia muy grande entre convicción o preferencia.

Convicción es cuando todo tu ser está convencido de algo por un principio establecido en el corazón y no renuncia a ese principio por nada del mundo. Sin embargo, preferencia, es cuando elegimos algo que es bueno pero lo hacemos porque no nos queda otra opción.

En el caso de la mujer de Lot el salir de las ciudades de la llanura era solamente una preferencia. Realmente ella no tenía la necesidad de salir de esas ciudades, su corazón estaba ahí, pero no tenía otro remedio: o salía o moría.

Cristo vino a rescatar un ser integral (cuerpo y mente), y en el caso de la mujer de Lot, su cuerpo salió de Sodoma y Gomorra, pero su corazón, su mente, quedó preso ahí:

«Entonces la mujer de Lot miró atrás, a espaldas de él, y se volvió estatua de sal» (Génesis 19:26), desobedeciendo al mandato divino de no mirar tras de si, ni pararse en toda esa llanura (Génesis 19:17).

La mujer de Lot no deseaba abandonar esas ciudades, ni deseaba cambiar sus hábitos de vida; tampoco tenía necesidad de cambio ni deseo, simplemente salió porque no le quedaba otra opción.

Lot se iba a ir, sus hijas se iban a ir, entonces prefirió salir con todos ellos a quedarse, pero no estaba convencida de lo que hacía ni quería hacerlo. Simplemente fue movida por una preferencia.

Muchas veces, a continuo, todos nosotros tomamos decisiones por preferencia y no por convicción. Elegimos no beber bebidas gaseosas porque nos hacen daño, pero si no tuviéramos otra cosa que beber, ¿elegiríamos renunciar a esas bebidas o beberíamos porque no nos queda otra opción?

Pablo nos dice: «Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente.» (Romanos 14:5).

Dios permite pruebas en nuestras vidas para que veamos que muchas veces no tenemos convicciones fuertes en las decisiones que tomamos, sino que solamente preferimos tomar ciertas decisiones por conveniencia (preferencia) y no por estar plenamente convencidos en nuestra propia mente.

Seamos como Daniel, que de forma opuesta a la mujer de Lot, «se propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía» pidiendo «que no se le obligase a contaminarse» (Daniel 1:8).

La decisión del joven Daniel no era movida por una preferencia, ya que si desobedecía al mandato del rey, su vida estaba en juego, sino porque estaba plenamente convencido de lo que era correcto y quería obedecer a ese principio establecido en su corazón.

¡Que Dios nos ayude a estar convencidos así como Daniel, y a no tomar decisiones solamente por preferencia!

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