¡Disidente! ¿pero de dónde?

Cuando predicas lo que la iglesia no predica, automáticamente pasas a ser un disidente. Este término peyorativo ha venido a ser muy usado en estos últimos 30 años, pero ya de Jesús se decía que lo era:

«Sabían que en las Escrituras no podían encontrar autorización para sus tradiciones. Se daban cuenta de que en comprensión espiritual, Jesús los superaba por mucho. Sin embargo, se airaban porque no obedecía sus dictados. No pudiendo convencerle, buscaron a José y María y les presentaron su actitud disidente. Así sufrió él reprensión y censura.» (El Deseado de Todas las Gentes, 65.1)

Muchas veces la disidencia viene dada porque se disiente de la norma establecida por un credo. Jesús disentía del mero formalismo de su época, basado en leyes austeras carentes de sentido, sin fundamento en la Palabra de Dios y sin un ápice de amor. Y la disidencia en aquella época traía los mismos resultados que la disidencia actual:

«Si alguno confesase que Jesús era el Mesías, fuera expulsado de la sinagoga» (Juan 9:22)

Apóyanos para seguir adelante con este ministerio:

«Muchos de los de dentro [de la iglesia] son los que llaman disidentes a los de a fuera [de la iglesia] porque no concuerdan con las tradiciones y doctrinas de ella»

Hoy nadie te va a expulsar de la iglesia por declarar que Jesús es el Mesías, pero sí que se hará si se declara que Jesús es el Hijo de Dios en el sentido real y verdadero de la Palabra de Dios.

Los fariseos, ante el ciego de nacimiento sanado por Jesús, se jactaban que ellos eran «discípulos de Moisés» (Juan 9:28), y que obedecían la ley de Dios, cuando realmente eran ellos los que disentían de ella. Ellos eran los verdaderos disidentes que no creían lo que la Palabra decía, sin embargo se levantaban con una falsa autoridad para señalar a aquellos que disentían de sus tradiciones.

El mismo espíritu que dominaba entonces a los fariseos, domina hoy en la iglesia. Cuando se da respuestas a las verdades claras de la Escritura se acusa con un «¿y [tú] nos enseñas a nosotros?» (Juan 9:34), sin saber ni discernir que quien enseña es el Maestro y todo lo que su Palabra nos revela.

El error del disidente es disentir de la Palabra de Dios, pero mientras ande firme en lo que ella revela no debe de tener miedo en ser acusado de disidente. Muchos de los de dentro [de la iglesia] son los que llaman disidentes a los de a fuera [de la iglesia] porque no concuerdan con las tradiciones y doctrinas de ella; pero en el libro de la vida, los que aquí son llamados disidentes, ahí son llamados Iglesia. Sin embargo, los que aquí son llamados iglesia porque siguen las tradiciones humanas, en el cielo son llamados disidentes.

No te preocupes si en los libros de la iglesia eres llamado disidente; preocúpate para que en los libros del cielo seas llamado Iglesia.

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