En él hay vida original

«En Cristo hay vida original, que no proviene ni deriva de otra». (El Deseado de Todas las Gentes, 489.2)

¿Entendemos realmente lo que significa esta afirmación?

Ellen White nos explica en otra cita lo que significa «en Cristo hay vida original, que no proviene ni deriva de otra», utilizando el mismo encabezamiento de la cita de «El Deseado de todas las gentes»:

«En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres» (Juan 1: 4). No se especifica aquí la vida física, SINO LA INMORTALIDAD, la vida que es exclusivamente la propiedad de Dios. El Verbo, que estaba con Dios y que era Dios, TENÍA ESTA VIDA. La vida física es algo que recibe cada individuo. No es eterna ni inmortal, pues la toma de nuevo Dios, el Dador de la vida. El hombre no tiene dominio sobre su vida. Pero LA VIDA DE CRISTO NO ERA PRESTADA. NADIE PODÍA QUITÁRSELA. «Yo de mí mismo la pongo» (Juan 10: 18), dijo él. EN ÉL ESTABA LA VIDA ORIGINAL, NO PRESTADA, NI DERIVADA. Esa vida es inherente en el hombre. PUEDE POSEERLA sólo mediante Cristo. NO PUEDE GANARLA; LE ES DADA como un don gratuito SI CREE en Cristo como su Salvador personal. «Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado» (Juan 17: 3). Esta es la fuente de vida abierta para el mundo”. (Mensajes Selectos tomo I, pág. 349-350; The Signs of the Times, April 8, 1897)

¿Qué vida no es inherente al hombre? La vida de Cristo. La vida que tenía Cristo. La vida original, no prestada, no derivada, o sea, la inmortalidad.

“Puede poseerla sólo mediante Cristo.” ¿Cómo? ¿Esa vida puede poseerla el hombre? ¿Puede, por gracia de Cristo, recibir la vida misma de Cristo, esa vida original, no prestada, ni derivada? Sí, es lo que dice la cita.

Apóyanos para seguir adelante con este ministerio:

“El hombre no tiene dominio sobre su vida. Pero la vida de Cristo no era prestada. Nadie podía quitársela. «Yo de mí mismo la pongo» (Juan 10: 18), dijo él. «En él estaba la vida, original, no prestada, no derivada. Esa vida no es inherente en el hombre. Puede poseerla sólo mediante Cristo. No puede ganarla; le es dada como un don gratuito si cree en Cristo como su Salvador personal.”

Al hombre salvo se le será dada vida original, no prestada, no derivada, la vida misma de Cristo. Los salvos cuando reciban esta vida, la vida eterna, no recibirán al mismo tiempo una vida infinita para atrás en el pasado. Y al mismo tiempo de acuerdo a esta cita recibirán por gracia una vida original, no prestada, no derivada. Es decir, la vida original, no prestada, no derivada puede ser recibida. Y esa vida se las da Cristo. Se puede recibir y poseer esta vida, la vida eterna, la vida original no prestada ni derivada. No por mérito alguno del hombre. Solo por gracia de Dios.

Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. (1 Juan 5:11-12)

«Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida. Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió. De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida. De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán. Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo; y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre.» (Juan 5:21-27)

“Pero apartándonos de todas las representaciones menores, CONTEMPLAMOS A DIOS EN JESÚS. Mirando a Jesús, vemos que la gloria de nuestro Dios consiste en dar. «Nada hago de mí mismo,» dijo Cristo; «me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre.» «No busco mi gloria,» sino la gloria del que me envió. En estas palabras se presenta el gran principio que es la ley de la vida para el universo. CRISTO RECIBIÓ TODAS LAS COSAS DE DIOS, pero las recibió para darlas. Así también en los atrios celestiales, en su ministerio en favor de todos los seres creados, POR MEDIO DEL HIJO AMADO FLUYE A TODOS LA VIDA DEL PADRE; POR MEDIO DEL HIJO VUELVE, en alabanza y gozoso servicio, como una marea de amor, A LA GRAN FUENTE (El Padre -esto lo añado yo-) DE TODO. Y así, por medio de Cristo, se completa el circuito de beneficencia, que representa el carácter del gran Dador, la ley de la vida”. (El Deseado de todas las gentes pág. 13-14, 1898)

«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida ­declara Cristo­; nadie viene al Padre, sino por mí» (Juan 14: 6). CRISTO ESTÁ INVESTIDO CON PODER PARA DAR VIDA A TODAS LAS CRIATURAS. «Como me envió el Padre viviente ­dice él­, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí». (Exaltad a Jesús, pág. 11 y 69, Mensajes Selectos I, pág 292-293, Review and Herald, 5 de Abril de 1906)

Esta vida original, no derivada, ni prestada, es el don de la vida eterna que el Padre nos da a través de su Hijo.

El echo que nosotros la poseamos cuando resucitemos o seamos transformados «en un abrir y cerrar de ojos» (1 Corintios 15:52) no nos hace eternos, sino inmortales. Esa vida la poseerán todos los salvos, y de ellos, como del Hijo, se podrá decir que «hay vida original, que no proviene ni deriva de otra».

Algunas reflexiones son extraidas del libro: «Estudio sobre la Divinidad», por Daniel Bernhardt

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