¿Qué vio Juan?

En el bautismo de Jesús son muchos los que se apresuran a explicar lo que sucedió a orillas del Jordán. Unos dicen que vino el Espíritu Santo en forma de paloma, otros dicen que fue una confirmación de Dios en el Mesías, y otros se aventuran a decir que ahí estuvo la Trinidad, ahora bien, ¿qué vio Juan?

Algo que debemos descartar es que Juan viera a la Trinidad. Juan no dijo: «Veo al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, y con ello veo la manifestación de Dios en sus tres personas: a la Trinidad».

Lo que sí ve Juan es la confirmación de que Cristo «es el Hijo de Dios» (Juan 1:33), confirmación rechazada por muchos, que en lugar de ver, creer y aceptar lo que dice Juan, dicen: «Y yo le vi, y he dado testimonio, de que ésta es la Santísima Trinidad», dando por hecho algo que no es, y rechazando lo que sí es: que Cristo es el Hijo de Dios. Lamentablemente muchas veces decimos lo que la Biblia no dice y negamos aquello que la Biblia dice.

Ahora bien, cuando Juan vio «al Espíritu [Santo] que descendía del cielo como paloma, y permaneció» sobre Cristo (Juan 1:32), ¿qué vio Juan? Aparte de la confirmación de que ese a quien había bautizado era el «Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1:29), y que era el Hijo de Dios, ¿qué vio Juan? En nuestro video «Desarrollo de la Doctrina de la Trinidad (85-100dC)», analizamos en profundidad que vio Juan.

«El Espíritu Santo en forma de paloma era la gloria directa del Padre, la luz que directamente emana del Padre confirmando que ese era su Hijo amado.»

Apóyanos para seguir adelante con este ministerio:

En Mateo 3:16 nos dice que en el momento del bautismo de Jesús «hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia«. Y así como Juan había confirmado que Cristo era el Hijo de Dios, Dios el Padre anunciaba desde el cielo que ese era su Hijo amado. Nadie dijo: «He aquí estamos Dios Padre y Dios Espíritu, confirmando a Dios Hijo», sino que vemos la confirmación del Padre hacia su Hijo. A la vez, Isaías escribió:

«He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento; he puesto sobre él mi Espíritu (Isaías 42:1)

Isaías profetizó que el Espíritu de Dios vendría sobre el escogido de Dios, sobre su siervo, el Ungido, y Pedro arrojó más luz al respecto, ¿qué sucedió a orillas del Jordán?

«Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia.» (2 Pedro 1:17)

Jesús recibió honra y gloria de Dios Padre, y le fue enviada desde la magnífica gloria mediante el Espíritu de Dios, pero, ¿qué vio Juan?

«En ocasión del bautismo del Salvador, Satanás se hallaba entre los testigos. Vio la gloria del Padre que descansaba sobre su Hijo» (El Deseado de Todas las Gentes, 90.3)

«El Padre mismo contestará la petición de su Hijo. Salen directamente del trono los rayos de su gloria. Los cielos se abren, y sobre la cabeza del Salvador desciende una forma de paloma de luz más pura, emblema adecuado del Manso y Humilde» (El Deseado de Todas las Gentes, 86.4)

La confirmación en el bautismo de nuestro Señor Jesús fue directamente entre el Padre y el Hijo; y el Espíritu Santo en forma de paloma simplemente eran rayos de luz que salieron directamente del trono del Padre, y así como Ellen White escribió que los santos ángeles «se regocijaron en la luz que de la presencia de la Deidad caía sobre ellos» (Patriarcas y Profetas, 14.2) o cuando escribió que «declaré que una nube de gloriosa luz ocultaba al Padre y que no podía verse su persona. También declaré que vi al Padre levantarse del trono. El Padre estaba envuelto en un cuerpo de luz y gloria, de manera que su persona no podía verse; sin embargo yo sabía que era el Padre y que de su persona emanaba esta luz y gloria. Cuando vi este cuerpo de luz y gloria levantarse del trono, supe que era porque el Padre se movía, y por lo tanto dije: Vi al Padre levantarse. La gloria, o excelencia de su forma, no la vi; nadie podría contemplarla y vivir; pero podía verse el cuerpo de luz y gloria que rodeaba su persona» (Primeros Escritos, 92.1), así también en el bautismo el Espíritu Santo en forma de paloma era la gloria directa del Padre, la luz que directamente emana del Padre confirmando que ese era su Hijo amado.

«Los ángeles son los ministros de Dios, que, irradiando la luz que constantemente dimana de la presencia de él y valiéndose de sus rápidas alas, se apresuran a ejecutar la voluntad de Dios.»

Y así como los rayos que emanaban del trono de Dios tomaban forma de paloma, emblema de la mansedumbre y humildad de Cristo, iban a mostrar como de aquí en adelante Cristo iba a recibir la ayuda del Padre. Ya no iba directamente a enviar esos rayos hacia su Hijo, sino que lo iba a hacer mediante el ministerio de los ángeles.

Jesús dijo dirigiéndose a Natanael: «Cosas mayores que éstas verás. […] De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre.» (Juan 1:50,51).

Dios Padre ya no iba a trabajar en su Hijo enviando su Santo Espíritu directamente como había hecho en ocasión del bautismo, sino que a partir de ese momento lo haría mediante el ministerio angelical. Ellen White escribió:

«De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del hombre.” Con esto, Cristo dice en realidad: En la orilla del Jordán, los cielos fueron abiertos y el Espíritu descendió sobre mí en forma de paloma. Esta escena no fué sino una señal de que soy el Hijo de Dios. Si creéis en mí como tal, vuestra fe será vivificada. Veréis que los cielos están abiertos y nunca se cerrarán. Los he abierto a vosotros. Los ángeles de Dios están ascendiendo, y llevando las oraciones de los menesterosos y angustiados al Padre celestial, y al descender, traen bendición y esperanza, valor, ayuda y vida a los hijos de los hombres.» (El Deseado de Todas las Gentes, 116.3.4)

«Los ángeles son los ministros de Dios, que, irradiando la luz que constantemente dimana de la presencia de él y valiéndose de sus rápidas alas, se apresuran a ejecutar la voluntad de Dios.» (Patriarcas y Profetas, 12.3)

Y de Lucifer se dice que «el hijo de la mañana, era el principal de los querubines cubridores, santo e inmaculado. Estaba en la presencia del gran Creador, y los incesantes rayos de gloria que envolvían al Dios eterno, caían sobre él» (La Verdad acerca de los Ángeles, 30.4)

Entonces, ¿qué vio Juan?

¡Saca tus propias conclusiones!

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